Django desencadenado es, estaremos de acuerdo, puro Tarantino. Antes de analizar si es un acierto o un fallo, hay que tener claro que es una película que reafirma el estilo de un autor. Y eso hace que jueguen un papel muy importante los prejuicios (positivos o negativos) de los espectadores. En primer lugar, está construída sobre la hibridación de géneros. De entrada es un western, pero no se puede obviar que tiene elementos de comedia, de drama sureño y casi de cualquier cosa que se nos ocurra, igual que en Kill Bill había un fondo melodramático maravilloso por debajo de la película de artes marciales o en Malditos bastardos una comedia negra por debajo del filme bélico (o un filme bélico por debajo de la comedia negra). Con esta comparte mucho: también gira alrededor de un hecho histórico polémico y plantea una revisión de esa historia a través del género. Al funcionar el western como mitología fundacional de los Estados Unidos, es también, como la historia de los bastardos, una revisión de la historia del cine, porque Tarantino siempre está dialogando con sus incontables influencias. Además, es la obra a la que más se parece en su uso de la violencia e incluso de la música, con los anacronismos que tanto se han comentado y que, como tal, no pasan de anécdota ni son tan novedosos.


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